Superado el trecento, verdadera edad de hierro que con su ciclo de peste negra y calamidades parece llamar a difuntos al medievo, el quattrocento fue en italia un periodo de efervescencia. en el plano político la miríada de estados italianos sigue compitiendo ferozmente, sin que se produzca la transición a una monarquía nacional como sucede en otras partes de europa; el individualismo de las comune, las aspiraciones papales y las ambiciones de los señores siguen fraccionando a la península, campo abonado para que algunos de nuestros protagonistas, como francesco sforza, se labren su propio estado. el sforza es quizás el ejemplo señero de condotiero, hábil en los asuntos de la guerra, pero no menos en la diplomacia y la gestión económica de su compañía de fortuna. y es que también las realidades económicas cambiaban, y los condotieros van a ser tanto guerreros como –jamás hubieran consentido ser así llamados– casi comerciantes o banqueros, gestionando con una vis financiera muy aguda sus recursos. en el plano cultural eclosionó el humanismo, con la recuperación de los modelos clásicos y el lento desplazamiento del teocentrismo medieval por una visión del mundo que colocaba al hombre en el centro del universo. las lecturas de las obras históricas grecolatinas influirán en la visión de la guerra de los condotieros tanto como el arte clásico en la decoración de sus armaduras, que se ornan all´antica.

Y la guerra, la guerra siempre presente. pero una guerra en que el recurso a los mercenarios, por oneroso que fuera, sirve para que los estados puedan diversificar sus energías, y que la convierte en un fenómeno en cierta medida menos carnicero que en otras latitudes. los capitanes de ventura, los condotieros, articularan esa incesante guerra, con sus cambios de bando, sus capturas y rescates, y su mentalidad aún caballeresca pero ya trufada de modernidad capitalista. a esos hombres dedicamos este número, ¡disfrutadlo!